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La gripe porcina se ha cobrado la vida de 50 personas en todo el mundo. Los últimos datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha publicado ya que existen cerca de 3.500 casos confirmados. Ahora mismo es en Estados Unidos donde se registran más casos, 1.639.
Autoridades y organizaciones del mundo se esfuerzan ya en la prevención del contagio y cuidados de los enfermos. Los aeropuertos, que hace cinco años se convertían en controles, donde cada uno desnudaba su alma en pos de la seguridad común, se han convertido ahora en un hospital internacional, donde desnudan nuestro cuerpo en busca de virus en pos, como no, de la seguridad común.
Mientras, un poquito más al sur, allí en los países más oscuros. Allí donde brilla el blanco de los ojos y, de tanto en cuanto alguna sonrisa. Si, allí, en África. Se sufre la mayor epidemia de meningitis de los últimos años.
Esta enfermedad se ha cobrado ya la vida de 1.900 personas. La ONG Médicos Sin Fronteras (MSF) habla ya de 56. 000 infectados en toda el África subsahariana desde principios de año. Muy pocos habían oído hablar de estos datos.
La disparidad de cifras hace sospechar que, si la gripe se choca contra un ejército mundial, la meningitis se encontrará con naves espaciales. Pero no.
MSF recuerda además, que la meningitis bacteriana acaba con la vida del 50% de los infectados que no son tratados, y entre un 5 y un 10% de los enfermos diagnosticados de forma temprana y con el tratamiento correspondiente de antibióticos.
Atendiendo a esto, es de suponer que estas cifras de muertes podrían haber sido evitadas con la medicación correcta.
MSF y las autoridades sanitarias de estos débiles países luchan con palos contra esta enfermedad con una de las mayores campañas de vacunación que se conocen. Como quien mata mosquitos con una escopeta, su plan es vacunar a casi 8 millones de personas antes de que termine el mes de mayo. Pero en algunas zonas de difícil acceso o donde la vacuna no llegue a tiempo, ya será tarde.
50 a 1.900. La partida esta ganada. Pero recordemos que todos somos iguales.
Marta Díaz Anes
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