
La fiesta comienza mucho antes de la hora inicial. Torsos desnudos y caras pintadas se confunden entre el ruido de los tambores y los silbatos. Algunos bailan canciones rápidas y repetitivas con las camisetas de su nación. Los seguidores del equipo contrario son escoltados hasta el interior del estadio por la policía.
Dijo Jorge Valdano que el futbol es más un estado de ánimo que un deporte. En África es más una religión. Un día de partido es un día de fiesta, los noventa minutos de juego son una escapatoria de la pobreza, de la guerra y de la desigualdad. Se mezclan en esta hora y media la realidad y los sueños, las ropas viejas y los jugadores, gente de raíz pobre que han conquistado las Ligas de Europa, las televisiones y los spots, el primer mundo en definitiva. En las gradas no hay espectadores, hay devotos.
Los aficionados entran al estadio por puertas pequeñas casi talladas entre los muros de hormigón, muchos con entradas falsas. También los hay que prefieren sobornar a los empleados de seguridad y acceder al recinto. En muchas ocasiones las destartaladas gradas, sin asientos y con vallas oxidadas, soportan el peso de un aforo superior al permitido. Es el fútbol africano un deporte alejado de la protección de la FIFA, presente en las demás delegaciones de fútbol que aseguran ciertas ganancias e inversiones económicas. Cada cierto tiempo nos llegan a través de la televisión trágicas imágenes de avalanchas y sangre, de agresiones y de lamentos. El cambio que iniciaron los ingleses después de las tragedias de Heysel y de HIllsborough donde murieron más de cien aficionados británicos no ha alcanzado tierras africanas. El complemento ideal para los encuentros son asientos numerados, control de entradas y la eliminación de vallas. El fútbol en África sería igual de colorido que hasta ahora pero con menos dosis de dramatismo.
Dijo Jorge Valdano que el futbol es más un estado de ánimo que un deporte. En África es más una religión. Un día de partido es un día de fiesta, los noventa minutos de juego son una escapatoria de la pobreza, de la guerra y de la desigualdad. Se mezclan en esta hora y media la realidad y los sueños, las ropas viejas y los jugadores, gente de raíz pobre que han conquistado las Ligas de Europa, las televisiones y los spots, el primer mundo en definitiva. En las gradas no hay espectadores, hay devotos.
Los aficionados entran al estadio por puertas pequeñas casi talladas entre los muros de hormigón, muchos con entradas falsas. También los hay que prefieren sobornar a los empleados de seguridad y acceder al recinto. En muchas ocasiones las destartaladas gradas, sin asientos y con vallas oxidadas, soportan el peso de un aforo superior al permitido. Es el fútbol africano un deporte alejado de la protección de la FIFA, presente en las demás delegaciones de fútbol que aseguran ciertas ganancias e inversiones económicas. Cada cierto tiempo nos llegan a través de la televisión trágicas imágenes de avalanchas y sangre, de agresiones y de lamentos. El cambio que iniciaron los ingleses después de las tragedias de Heysel y de HIllsborough donde murieron más de cien aficionados británicos no ha alcanzado tierras africanas. El complemento ideal para los encuentros son asientos numerados, control de entradas y la eliminación de vallas. El fútbol en África sería igual de colorido que hasta ahora pero con menos dosis de dramatismo.
David González
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