lunes, 20 de abril de 2009

La sequía amenaza la vida de millones de personas en Sudán

Las malas cosechas, la escasez de agua y alimentos conducen a Sudán a una grave situación alimentaria donde los niños son las principales víctimas

Por favor Dios, haz que llueva o moriremos de hambre. Con esta frase Lalla, sudanesa de 21 años, trata de invocar a Leza. No lo hace por casualidad. Leza fue la divinidad que hace muchos años originó el mundo. Pero también creó la lluvia. Leza habitaba en los cielos. Si quería contar algún secreto soplaba bajito, si estaba enojado lanzaba rayos y truenos. Si lloraba bien fuera por alegría o tristeza sus lágrimas regaban la tierra. Pero Sudán sufre desde hace tres años una sequía extrema. Este factor unido a los conflictos bélicos que azotan la zona han precipitado una de las crisis alimentarias más graves de la historia del país. Se calcula que más de tres millones de personas necesitan atención sanitaria como consecuencia de la desnutrición.

En Sudán, el 80 por ciento de la población vive de la agricultura. Pero las malas cosechas que sufre el país desde hace varios años y el agotamiento de las reservas ha hecho que el coste de los alimentos ascienda a un precio que pocas personas pueden pagar. Esto parece extraño en una nación llena de recursos, tanto minerales como petrolíferos. Muchos recursos pero mal repartidos.

En Sudán tan sólo un 10 por ciento del suelo es cultivable, y el desierto amenaza las mismas tierras en las que crecen los alimentos. La falta de lluvia afecta principalmente a los cultivos de arroz, durra, mandioca y maíz. La desertificación alcanza ya a un 25% de los territorios sudaneses lo que provoca el desplazamiento de los pastores al sur para encontrar nuevos campos donde sus ganados puedan pastar.

Los principales ríos que recorrían ligeros las principales ciudades se han secado, lo que supone un hecho nefasto para los cultivos de decrecida. La parte más útil del Sudán es la región central gracias a las obras de regadío realizadas en Gezireh, entre el Nilo Blanco y el Nilo Azul, que se utiliza cada vez más para los cultivos alimentarios y la ganadería lechera intensiva. Pero el país sufre una importante penuria alimentaria que se ve agravada por la llegada masiva de refugiados fugitivos y por la persistencia de una economía poco diversificada y muy depediente del cultivo del algodón.

Los niños, las principales víctimas

Según los últimos datos publicados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), el 18 por ciento de los niños de Sudán sufre malnutrición, y de ese porcentaje un 48 por ciento es malnutrición crónica. Esto implica el sacrificio de una función del cuerpo para que el organismo pueda realizar otra más importante.

Darfur, una de las regiones del país, tiene un penoso récord. Es el lugar donde mueren más niños por desnutrición, 88 por día. Los niños han perdido un 30 por ciento de su peso normal en relación con su estatura. Y deberían recibir raciones extra de determinados alimentos, ya que necesitan más vitaminas y calcio para su correcto crecimiento. Por desgracia no sólo no se pueden duplicar esas raciones, sino que en la mayoría de los casos ni siquiera pueden tomar el vaso de leche necesario para poder asimimilar el calcio que necesitan sus huesos para un adecuado desarrollo.

Lalla, pese a sus insistentes plegarias, no ha conseguido invocar a su Dios. Quizás su hijo Mulae consiga que sus oraciones sean escuchadas por otras divinidades que no habitan los cielos sino la tierra, y aunque todavía no son capaces de precipitar las gotas de agua en la tierra, pueden ayudar haciendo llegar los alimentos básicos para que pueda crecer.

Carla Pina García

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